Objetivos de Desarrollo Sostenible. Explicación y reflexión.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible nacen en un momento en el que los integrantes de la Organización de las Naciones Unidas, se dan cuenta de que aquellos Objetivos de Desarrollo del Milenio han llegado a su fecha de caducidad y no se han cumplido. ¿Qué hacer ahora? Los primeros Objetivos del Milenio que aparecieron como una iniciativa surgida unos años antes del comienzo del nuevo milenio que pretendía solucionar todos aquellos problemas que existían en el mundo, y que era el propio mundo (como sociedad) el que los había provocado. Todo esto debía alcanzarse para el año 2015. Al parecer era un periodo de tiempo suficiente como para que esos inteligentes Objetivos del Milenio se hicieran realidad y pudiéramos decir que habíamos cambiado el mundo, demostrado que es posible cambiarlo.
No obstante, y para desgracia, en primer lugar, de aquellos a los que les iba a afectar la realización de los objetivos por su bien, se acerca 2015 y las guerras no han cesado, hay más pateras en el mediterráneo en busca del primer mundo que nunca, se produce un flujo de refugiados bestial, y encima el terrorismo tanto en países "en vías de desarrollo", como en ciudades destruidas por la violencia, como en los mismos núcleos urbanos de las cómodas y maravillosas naciones ricas, sigue actuando de manera constante y arrasadora.
¿Y ahora qué? Antes de que esos objetivos se vencieran y se demostrase el aplastante fracaso de la ONU, realizan unos nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, aumentando el número de objetivos de ocho a diecisiete, centrándose en los ámbitos sociales, económicos y ambientales, y cuya fecha de caducidad se sitúa en el año 2030.
Tuvimos aproximadamente doce años para alcanzar aquellos Objetivos del Milenio, y tenemos hoy los mismos doce años para alcanzar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¿Es posible? Sí. ¿Podemos fracasar? También. Sin embargo, el ser humano tiene la capacidad de resiliencia muy desarrollada, y aunque tropecemos una y otra vez con la misma piedra, algún día tendremos que aprender a sortearla y continuar hacia delante. Hemos escarmentado con el primer intento, y hemos intentado buscar una solución. Eso nos hace humanos.
Pero al contrario, tampoco es oro todo lo que reluce. La solución no la tienen los integrantes de la ONU. Ellos nos proponen una alternativa, nos procuran metas en las que nos tenemos que implicar todos: desde los gobiernos poniendo facilidades en el ámbito medioambiental, como promoviendo el empleo, como haciéndose responsables del número de refugiados que les toca acoger a cada país, y no conformándose con abrir la frontera tan solo al 1.5% de los inmigrantes que debería; hasta las unidades familiares más pequeñas, concienciando de la importancia del cuidado de la naturaleza, de disminuir el consumo, y por supuesto, hacerse cargo de la inclusión social a todos los niveles.
Esto es un trabajo de todos, el fracaso de la ONU con los Objetivos del Milenio fue un fracaso de todos y cada uno de los que vivimos en este planeta, que es nuestro y que compartimos con otros muchos.
Es por ello que el involucramiento de la Iglesia y la participación activa como comunidad y como institución en esta causa es esencial, y el hecho de que nuestro líder (el Papa Francisco) se haya interesado y haga un llamamiento a los cristianos para la inmersión en este proyecto, no es sino un signo más de nuestra propia humanidad, y no esconderse y dar la cara por estas injusticias es una manera de colaborar con nuestros propios valores.
Es posible y debe hacerse, pero no sin la ayuda y la implicación de todos y cada uno de nosotros.
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