"Silencio". Ficha de la película.
- Al inicio de la película, los jóvenes jesuitas encuentran a un mendigo borracho que les puede servir de guía en Japón, y en un momento, dice uno de ellos: “le confiamos nuestras vidas a este hombre”, y el otro contesta: “Jesús confiaba en gente peor”. ¿Qué opinas de su respuesta? ¿Qué hubieras hecho tú? ¿Existe relación entre la fe y la confianza?
- Cuando los sacerdotes llegan al pequeño poblado de Japón, Tomoki, una de las primeras cosas que hacen es confesar a la gente, y decían: “Escuchamos sus confesiones durante toda la noche, aunque no tengamos muy claro de qué se confiesan”. ¿Qué valor le dan esos cristianos a la confesión? ¿Qué valor tiene pedir perdón? ¿Qué valor se le da en nuestra sociedad actual a “pedir perdón”? ¿Por qué?
- Finalmente, los soldados del inquisidor presionan a algunos campesinos a renunciar a la fe, pisando una imagen de Jesús. Y uno de ellos le preguntó a los jesuitas: “si nos obligan a pisar, ¿qué hacemos?”. Uno de los jesuitas les decía que pisaran y el otro que no lo hicieran. ¿Por qué cada uno pensaba una cosa diferente? ¿Qué piensas tú que es lo más adecuado? ¿Por qué?
- El padre Joao se pasa gran parte de la película preguntándose por qué Dios parece haber abandonado a esos campesinos, por qué les hace sufrir por la fe. ¿Cómo reaccionó finalmente? ¿Cómo debemos actuar ante la sospecha del abandono de Dios o ante el supuesto silencio de éste en un mundo violento?
- Una de las últimas escenas de la película es aquella en la que el padre Joao Rodriguez y el padre Ferreira se dedican a buscar símbolos cristianos. ¿Qué opinas de su tarea? ¿Cómo crees que se sentían cuando hacían eso?
- ¿Qué opinas del final de la película? ¿Cuál es su enseñanza?
La vida del creyente tiene que basarse en el continuo esfuerzo consciente de parecerse a Jesús, de imitar sus comportamientos para con los otros y para con Dios mismo. La confianza es uno de ellos. Jesús vino al mundo para los más desfavorecidos, para los que no tienen nada, los que son discriminados y olvidados por la sociedad. Sí, sí existe una relación directa entre la fe y la confianza. La base principal y constitutiva de la fe es, antes que nada, la confianza plena y absoluta en Dios. La conversión o la aceptación de Dios en tu vida comienza por hacer pública, a la vez que privada, tu convicción y decirle a Dios: “Pongo mi vida en tus manos”.
Así pues, si como cristianos hacemos esta declaración de confianza ciega en alguien del que no tenemos certeza, a parte de nuestra propia fe, deberíamos hacerla también por aquellos de los que sí tenemos pruebas: los demás seres humanos.
Jesús confió incluso en los que ni siquiera habíamos venido al mundo. El simple hecho de morir por generaciones tan futuras como la nuestra o las venideras, es un acto de plena confianza en los hombres. Y no ha habido regalo más grande y generoso que ese.
La confesión para esa comunidad cristiana es de sacramento, y como sacramento, la confesión significa un estrechamiento en la relación del hombre con Dios mismo. Este sacramento es fundamental en un momento en el que todo es incierto, donde cabe la posibilidad de morir al día siguiente más allá de las posibilidades reales que tenemos hoy en día de morir mañana. Esta comunidad estaba constantemente expectante a los sucesos, y el dicho castellano de “Que Dios nos pille confesados” se hace realidad de forma terrorífica en este contexto. Digamos que es su “seguro de vida”, aunque sea de la vida en el “cielo”.
El valor que tiene el pedir perdón es muy alto. Pedir perdón es admitir que nos hemos equivocado, que no estamos orgullosos de nuestros actos y lo sabemos. Nos ayuda a perdonarnos a nosotros mismos, en muchas de las ocasiones, y nos impulsa a llevar acabo un cambio en nuestra actitud y a evitar caer en el mismo error una vez más. Sin embargo, hoy en día no se vive igual el hecho de asumir una culpa. Desde luego, el fenómeno de no aceptar el equivocarse, no es nuevo, pero sí que últimamente se está convirtiendo en una especie de moda.
Solemos relacionar el admitir que cometemos errores con la debilidad, y no es cierto. Somos humanos, estamos condenados a equivocarnos, a fallar, y no pasa nada. El primer paso es darse cuenta de ello y saber que hay remedio: aprender de nuestros errores. Sin embargo, en muchos de los casos, nos dejamos llevar por el orgullo y la soberbia.
A la hora de juzgar, en ese contexto, si apostatar estaba bien, uno de los jesuitas opta por la “humanidad” y el otro por la “divinidad”, por expresarlo de algún modo. En mi opinión, no podían pedirles que se negaran a apostatar, porque sabían que la consecuencia sería la tortura, o directamente la muerte. Sin embargo, ¿es tan importante el reconocer a Jesús como para soportar la tortura o incluso la muerte? En la teoría sí. Pero esta situación era tan extrema, tan dura y tan terrorífica, que tampoco se podía culpar a los implicados de renunciar a su fe. La decisión, desde mi perspectiva, debía recaer sobre la propia persona. ¿Es tan importante para ti la fe y Dios mismo como para dar tu vida por Él? Ha habido una gran lista de personas (reconocidas o no) que a lo largo de toda la historia, han preferido dar su vida antes que negar a Dios, y por ello, muchas han sido recordadas como mártires. Sin embargo, y aunque nuestro llamado como cristianos es a la santidad, no podemos juzgar ni un comportamiento ni el otro.
En cualquier caso, lo “adecuado”, si se permite el uso de la palabra, sería permanecer firme en la fe. No obstante, el precio a pagar era demasiado alto como para poder analizar de forma absolutamente justa y objetiva la situación.
El protagonista no para de preguntarse por el silencio de Dios. Casi al término de la película, se ve una escena en la que declara que a pesar de todo, aunque Dios hubiese permanecido en silencio durante toda su vida, todo lo que él había hecho hablaba de Dios.
Joao termina apostatando, negando al mismo Jesús, que ha constituido toda su vida, todo lo que él es. Y sin embargo, él no cree que haya estado en silencio verdaderamente, porque el simple hecho de que su existencia haya sido en pos de Él, es prueba de que nunca estuvo en silencio.
No obstante, Dios parece estar en silencio en muchas ocasiones, en muchos contextos y para muchas personas. En nuestras vidas, ha habido momentos en los que el silencio de Dios lleva a una crisis de fe. Por mucho que reces, por mucho que trates de escuchar, no hay nada. Miras a tu al rededor y ves injusticias, miseria, guerras. ¿Existe Dios, entonces?
Creo firmemente que muchas de las veces en las que esto ocurre, la culpa la tiene nuestra audición. Dios no está callado, se manifiesta continuamente entre nosotros, en personas, en situaciones concretas, en detalles. El mundo no es justo, pero es que Dios tampoco lo quiere así. Uno de los anuncios del DOMUND de los últimos años tenía como reflexión: “¿Qué hace Dios por los que sufren?” Y la respuesta era: “Dios te hizo a ti”. Como Joao terminó diciendo, Dios también se hace presente a través de nosotros para otros, y a través de otros para nosotros.
Los japoneses eligieron ese trabajo para los que habían sido los últimos jesuitas en el país para humillarlos. Al obligarlos a trabajar como delatores de otros cristianos los reducían a meros esclavos de su propio sistema, los mermaban por dentro. Se destruye a una persona arrebatándole lo más importante de su vida. En el caso de los sacerdotes, era Dios.
Además, los mantenía controlados, era un constante recuerdo de su pasado, pero sobretodo de su presente y de su futuro. Ellos, que lo habían dado todo por Jesús, o creían haberlo hecho, eran obligados a deshacerse de sus convicciones y posicionarse en contra de los que aún luchaban para conservar las suyas. Es una forma de minar sus propios recuerdos y su propia valía. Eran unos apóstatas, habían sucumbido a los opresores y ahora debían trabajar para ellos colaborando en su persecución en contra de los propios cristianos.
El final de la película es muy triste y a la vez esperanzador. Joao muere de anciano en su familia japonesa, con una ceremonia budista y sujeto a los rituales propios de la religión que le había sido impuesta. Y sin embargo, vemos a la mujer dándole al que fuera el último sacerdote cristiano de Japón su último homenaje: morir con Jesús pese a todo.
No estoy completamente segura de lo que le director quería hacernos ver a los espectadores con esta escena, pero mi interpretación fue tanto religiosa como más humana. En primer lugar, y correspondería a la humana, creo que ese momento hablaba de que la esencia de la persona nunca va a perderse. Moriremos con nuestros cambios, con nuestros errores y nuestras vergüenzas a cuestas, pero nuestra esencia, nuestra razón para vivir, por lo que hemos luchado aunque fuera en silencio, no nos va a abandonar. Y por otro lado, la interpretación religiosa: no creo que Joao se olvidara nunca de Dios. No creo que no dedicara lo que le quedó de vida a Jesús, en silencio, sí, pero nunca lo dejó. Igual que no creo que Jesús lo abandonara jamás.
Desde luego, la enseñanza de la película es clara: el respeto y la tolerancia religiosa, étnica e ideológica. Estamos en pleno siglo XXI y aún existen purgas, persecuciones por razones de todo tipo y absolutamente injustificadas. Esta cinta es una reivindicación por los derechos que tenemos los seres humanos, por poder profesar la religión que queramos, por decir nuestra opinión sin atacar al otro y por poder levantarnos cada mañana sin miedo a que nos corten el cuello por alguno de estos motivos.
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